jueves, 23 de julio de 2009

Segadores de vida en vivo

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LOS DIAS MIERCOLES A LAS 7:00 PM(HORA MIAMI) Y DOMINGOS 8:00 AM , 10:30 AM Y 1:PM
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jueves, 2 de julio de 2009

El poder de la lengua

Nuestras palabras impactan vidas, cambian corazones y voluntades, porque hay poder en las palabras, más poder de lo que imaginamos, tal es así que recibimos lo que escuchamos.
Entonces, ¡cuidado con lo que habla!, preste mucha atención a lo que dice. Tenemos que ser precavidos con lo que pensamos, pero mucho más con lo que pronunciamos con nuestra lengua, porque las declaraciones son como profecías, y si lo que decimos no es bueno, no será un buen pronóstico.
Muchos viven una vida de derrota por lo que han dicho; han expresado frases como: “nunca se me ocurre nada bueno en la vida…”, “¡qué tonto soy!”, y no se dan cuenta que esto les trajo el fracaso. Posiblemente han hablado así porque desconocen que cada una de esas palabras se convierte en una profecía pronta a cumplirse. Oro que, a partir de ahora usted aprenda a hablar positivamente. El Apóstol Pablo nos dice que en “todo lo que es verdadero todo, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8), eso tenemos que pensar y hablar, palabras y frases acordes a esto es lo que tendría que salir de nuestra boca.
Hay un dicho que dice “en boca cerrada no entran moscas”, y a mí me gusta decirlo de esta otra manera: “en boca cerrada, tampoco salen moscas…” porque no nos damos cuenta que en nuestras vidas hay tanto negativismo puesto que cuando pronunciamos esas palabras, en el mismo momento en que las decimos, no somos conscientes de que estamos hablando palabras proféticas, es decir, estamos declarando lo que nos vendrá en el futuro.
Cuando usted habla se está delimitando con las palabras que emite. Jesús dijo: “mis palabras son espíritu y vida” (San Juan 6:63). Dios nos creó a Su imagen y semejanza, y así como Dios con la palabra creó todas las cosas, con nuestras palabras podemos crear un ambiente positivo de bendición, o negativo de destrucción, porque no hemos sabido cuidarnos y controlar nuestras palabras.
Aprenda a hablar. La criatura aprende a hablar con términos simples, incluso al principio no pronuncia bien o no articula las palabras completas. Cuando va aprendiendo mejor el lenguaje, uno le puede decir “esto se dice” y “esto no se dice”, o “esto se dice así”. Así nos enseña Dios en Su Palabra: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4: 29) tenemos que hablar lo que es para crecimiento espiritual, o sea que yo pueda edificar y construir con mis palabras. Así como Dios creó todo con la palabra, puede hacer exactamente lo mismo a través de las palabras que yo proclame. Por eso es que le digo: cuídese con lo que proclama, vigile lo que dice, atienda sus expresiones; porque esas confesiones, tarde o temprano, se convertirán en realidades.
David, cuando aún no era rey, sino un simple pastor fue a visitar a sus hermanos en el campo de batalla, de pronto se encuentra frente a un gigante. Él, confiando en que Dios lo había librado del oso y del león, dijo: ¿Quién se cree este extranjero para desafiar a los ejércitos de Dios? ¿Qué es este gigante incircunciso?, ¿quién es esta persona que no tiene pacto con Dios para desafiar a los ejércitos del Señor? ¡Hay que destruirlo! ¡Yo lo puedo matar! Y los hermanos, asustados, lo trataban de hacer callar por miedo que los persigan. Finalmente, lo escucha el rey, y éste le quiere dar su armadura para animarlo y protegerlo, más David no quiere; y cuando se encuentra frente a frente con Goliat, sabiendo el poder que tiene la confesión, lo mira y le dice: “te voy a cortar la cabeza” (1 Samuel 17). David no tenía una espada en la mano, pero sabía que había poder en esas palabras. Toma la piedra y comienza a hablarle al gigante. No habló “del gigante” diciendo: “¡Uy! tengo este problema”, “¡lo que me está pasando..!” Es muy grande el enemigo”, “mira cuánto pesa y cuánto mide…”, sino que le habló a ese gigante y declaró la victoria de Dios sobre él.
Amigo/a: no hable tanto de la montaña; no explique más la contrariedad; porque hay gente que se dedica a eso, a resaltar inconvenientes y solo habla de lo mal que la está pasando. El día que esa problemática desaparezca, la va extrañar, porque ha insistido tanto, lo remarcó demasiado y cuando no esté, sentirá el vacío. De esa manera está endiosando al problema, en vez de engrandecer a Dios.
En vez de hablar de la tormenta, en vez de contarle a todos acerca de la adversidad, comience a hablar de lo que Dios puede hacer con ese problema. Dígale a ese monte: ¡échate, quítate de aquí! Y usted verá que sus palabras tendrán el respaldo del cielo, tendrán el poder del Altísimo; y verá la victoria de Dios.
Este es el momento de cambiar su enfoque. No mire la magnitud del obstáculo, lo grande que parece ser ese inconveniente; sino lo que Dios puede hacer. Crea que la mano de Dios está donde usted está y sepa que ya le ha dado toda victoria. Saque su mirada del gigante y ponga sus ojos en el Señor. Muchos se comparan con el “Goliat” que están afrontando y se ven empequeñecidos, pero lo mejor y lo correcto es comparar a Dios con ese gigante; Él es mucho más grande y se mantiene todo el tiempo dándole la victoria

miércoles, 1 de julio de 2009

Eres realmente libre??

Se considera usted una persona libre? Lo más probable es que sea así. Pero, quzás en lo más recóndito de su pensamiento, se hace esta pregunta: ¿Soy realmente libre?

Vivimos en un país que tiene una rica herencia en cuanto a libertad e independencia. Pero muchas personas no están viviendo en libertad; están atadas por cadenas invisibles que les impiden alcanzar su pleno potencial. Estas cadenas están constituidas por ataduras que han sido fundidas y formadas en las llamas del temor.

Una vez que esta devastadora emoción se apodera del corazón de una persona, es difícil romper sus ataduras, pero puede lograrse. Aunque la garra del temor es fuerte, no es más poderosa que el poder de Jesucristo. El Salvador dijo a sus discípulos: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn 8.31, 32).

¿Cómo podemos liberarnos de la esclavitud del temor? Sólo hay una manera, y es a través de la fe en Jesucristo. Pero antes de que lo podamos hacer, debemos llegar a un punto en que reconozcamos que estamos luchando contra un enemigo mortal, y que necesitamos la ayuda de Dios.

¡No tengo miedo!

El niñito dirigió su mirada a los ojos de su madre, y le dijo: "No tengo miedo. ¡Quiero acampar esta noche afuera con mis amigos!" Su madre accedió al pensar en la situación. El niño estaría en un patio cercado, y ella podría oír todo lo que él hiciera, y lo más probable es que estaría pendiente, para asegurarse de que él y sus amigos estarían libres de peligros. Y si llegaban a necesitar algo, podrían fácilmente entrar a la casa.

Esto fue exactamente lo que sucedió. Como a las 2 de la madrugada, escuchó que la puerta de atrás se abrió y luego se cerró. Se levantó, tomó su bata de dormir, y bajó de prisa las escaleras para ver cómo estaba su hijo. Cuando encendió las luces de la cocina, vio a su hijo y a dos de sus mejores amigos teniendo en sus manos los sacos de dormir y una bolsa de galletas de chocolate hechas migajas. Al darse cuenta de su nerviosismo, preguntó: "¿Qué pasó, hijo?"

"Hay algo afuera", respondió su hijo. "No sé qué es, pero nos gruñó. Pudimos oírlo en el patio. ¡Tal vez era un perro grande, un zorro furioso, o un oso inmenso!" Tratando de no sonreír al pensar en sus imaginarios enemigos, ella dijo: "¿Por qué, entonces, no se van a dormir al estudio, y en la mañana regresan a la carpa? Les prepararé desayuno cuando se despierten". El estado de ánimo del grupo se volvió más alegre de inmediato. Ella no se molestó en mencionar el hecho de que las posibilidades de encontrarse casualmente con un zorro o un oso eran muy pocas, especialmente porque vivían dentro de una ciudad muy poblada.

El temor ataca sin avisar. Nos tienta a creer cosas que no sucederán, o que no pueden suceder, y nos deja sintiéndonos inútiles y sin esperanza. Cada día, somos bombardeados con palabras y mensajes que tienen la capacidad de provocar sentimientos de temor y turbación dentro de nosotros. Póngase a oír las noticias, y lo más probable es que escuche un deprimente informe sobre la economía y otros asuntos que generarán pánico en su corazón.

A menudo, las agencias de noticias transmiten informaciones con el fin de crear una respuesta emocional en quienes las ven y las oyen, o que visitan sus sitios web. Para que más personas vean y oigan sus programas, llegan a ellas con mensajes que producen la mayor respuesta. Por lo tanto, si el fuego del temor funciona, se prende la llama.

Desde una perspectiva terrenal, el futuro podrá parecerle a usted bastante sombrío, especialmente si decide analizar su situación sin tener fe en Jesucristo. La verdad es que, si hace esto, el temor le alcanzará y se apoderará de su corazón, diciéndole que sucederá lo peor, más allá de lo que usted es capaz de imaginar. Pero no crea en las mentiras del enemigo. Las noticias de todas las noches no pueden darle una imagen completa de la realidad, particularmente desde una perspectiva celestial. La verdad es que nada de lo que el enemigo le susurre estará basado en la realidad de la Palabra de Dios. Aunque estemos enfrentando momentos muy serios en la historia de nuestra nación, no estamos solos. Dios está con nosotros, y Él nunca deja de tener el control.

El apóstol Pablo descubrió esto de una manera extraordinaria cuando atravesaba un período muy difícil en su ministerio. En algún momento, cerca del final de su segundo viaje misionero, estaba acampando fuera de la ciudad de Corinto. Había partido de Atenas para ir a Macedonia, pero allí pasó algo que casi hizo que Pablo diera un traspié en su fe. Los judíos se opusieron a sus enseñanzas, hasta el punto de blasfemar de ellas. Pablo estaba harto de su dura cerviz, y les dijo que ya no iría primeramente a los judíos, sino que predicaría el mensaje de Dios a los gentiles (Hch 18.5, 6).

Pablo enfrentó siempre la oposición de los líderes judíos. En varias ocasiones, su vida fue amenazada. Estaba cansado, y probablemente se sentía solo y agotado emocionalmente —vulnerable al destructivo temor. Una noche, mientras se estaba quedando dormido, el Espíritu de Dios le habló, diciéndole: "No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hch 18.9, 10).

Aquí lo vemos: uno de los más grandes apóstoles que han vivido, está luchando contra el temor. Pero en los versículos que siguen, no se menciona de nuevo. ¿Por qué razón? Porque Pablo cambió su enfoque. Se enfrentó cara a cara con la realidad de su temor, y decidió abandonarlo. ¿Fue esto algo que él pudo hacer solo? ¡Desde luego que no! No había manera de que él pudiera dejar la ansiedad que sentía, sin la seguridad que encontró en Jesucristo. Una vez que el Espíritu de Dios habló a su corazón, el asunto quedó resuelto, y Pablo supo que había sólo una cosa que hacer: terminar de hacer el trabajo que le había sido encomendado.

El enemigo utiliza muchas cosas en su empeño por desviar nuestra atención y evitar que alcancemos nuestro máximo potencial. El temor es una de sus mejores armas. Por lo general, lo acompaña con palabras de desánimo y acusación: "No eres capaz de hacer eso"; "no has sido capacitado"; "¿qué pensará de ti la gente si fracasas?". En el caso de Pablo, Satanás quería atemorizarlo porque sabía que el éxito del apóstol lo llevaría a una completa derrota. La fiel promesa del Señor, dada en el momento preciso, fue todo el aliento que Pablo necesitaba para seguir predicando la verdad del evangelio.

Los pasos correctos para vencer el temor

Si usted quiere vencer el temor, el primer paso que debe dar es el paso de la confesión. Debe confesar y admitir su ansiedad: "Señor, siento temor, y no sé qué hacer. Te ruego que me digas cómo puedo seguir adelante a partir de este punto". Después, pídale a Dios que le permita vencer su temor. Cuanto más entienda usted su relación con Dios, más íntimamente se relacionará con Él. Su fe aumentará, y comenzará a notar las muchas maneras en que el Señor está actuando en su vida y en sus circunstancias.

Antes de su muerte, Pablo escribió una interesante palabra de instrucción a Timoteo. Le recordó a su joven protegido: "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Ti 1.7). El temor no se ajusta a lo que somos como creyentes. Éste normalmente surge cuando respondemos de manera equivocada a las pruebas y a las frustraciones. Dios quiere que usted sea un vencedor; que no esté arrinconado ni atormentado por el temor.

Permita que Dios quite el temor de su vida. Él podrá elegir hacer esto poniéndole en una situación amedrentadora que sentirá que no puede controlar. Pero usted no tiene que angustiarse, porque Aquel que ha prometido que nunca le abandonará, está sosteniendo su vida con su mano omnipotente.

Después que usted haya dado sus preocupaciones a Dios, medite en su Palabra. David estaba consciente del poder que había a su disposición por las promesas personales de Dios, y por eso escribió: "Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos… ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón" (Sal 27.1-3) Si usted quiere que su confianza se mantenga fuerte, debe estudiar la Biblia, poner en práctica los preceptos de Dios para su vida, y caminar con Él cada día por fe. Si usted atesora la Palabra de Dios en su corazón, tendrá la luz de su verdad para guiarle hasta la eternidad.